-“Para ser piloto se tiene que nacer con un tornillo menos”- leía en un comentario de uno de mis post del instagram de la red de veteranos de la marina
– estás bien huevón, que tornillo ni que tornillo oye….(ahí debería ir un apodo digno de Melcochita que ya estaba carburando)- pensaba como réplica inmediata y encajaba en el Ping Pong de comentarios en ráfaga cuando a uno lo pinchan por las redes sociales y responde casi como acto reflejo.
Estuve a punto de entrar en el “infight” con esa respuesta visceral donde habla el hígado y fluye la bilis hasta la pluma, tan típica del Twitter donde se dan batallas épicas, entre entes casi anónimos pero todos con el puñal en los dientes y dispuestos a una masacre digna de coliseo romano pero sin saludar al emperador los que van allí a morir en la virtualidad del ciberespacio,
Sin embargo el instinto me detuvo por alguna razón inexplicable y respondí algo más asertivo como: – “jajaja, eso mismo pienso yo de los Infantes, Foes, Submarinistas y los de la fuerza de superficie que navegan sin saber si el Dios Neptuno hará de ellos un suculento bocado en cualquier momento…”- responderle eso me dio que pensar que todos los que estamos agrupados bajo “el oro del sol y el azul de su mar”, andamos locos para escoger lo que escogimos felices.
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Mientras vivían la adrenalina de volar en medio de una guerra contra los delincuentes terroristas y con la misión de recoger armamento en una zona de la tupida selva que no conocían, o al menos no como para aterrizar su helicóptero sin más, “Don Ramón” (monchito de cariño) y “el gato”, resolvían cada uno absorto en el mundo de las ideas, problemas matemáticos en su mente, sobre la carga que deberían subir a bordo, la potencia de la nave para poder despegar nuevamente versus la altura a la que estarían cargando el material, (porque también las matemáticas son de vida o muerte en cada vuelo) interrumpidos a veces por el mismo monchito contando chistes, porque siempre fue un campeón en aliviar tensiones en los vuelos complicados.
Ni bien llegaron a la zona en cuestión, vieron que estaban a más de 1000 mts sobre el nivel del mar y como requiebro macabro de la mente recordaron que por más que recomendaron que se aumentara el rendimiento de esos motores, todo quedó en el papel y el resultado a fin de cuentas es que esos helicópteros no eran tan potentes como para soportar mucha carga y que cualquier cosa podía pasar si se excedían, ergo un accidente, sin embargo ahí estaban para llegar hasta donde la ingeniería aeronáutica se los permitiera y cumplir la misión. Como siempre.
Al acercarse a la zona, por la configuración de la montaña, el follaje y la inclinación del terreno, no se pudo aterrizar y solo cabía ver como encajar tamaño mastodonte en un lugar confinado para hacer más fácil la maniobra de cargar la munición.
Hay maniobras extraordinarias que solo se pueden hacer cuando hay pericia y confianza en la habilidad propia de los pilotos, esta fue una de ellas, el helicóptero que tiene una llanta en la parte delantera y otras dos detrás, fue acercándose a la elevación del cerro hasta apoyar solo la rueda delantera en tierra mientras que las de atrás quedaban en el aire, no se podía más, esto para poder ayudar a que el personal cargue todo por la puerta delantera lo más rápido posible, en tiempos de guerra y en medio de una misión, los segundos son horas, y así se hizo
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Recuerdo una vez que yo hacía un vuelo para la dirección de hidrografía junto con un piloto mucho mayor cuyo nombre no recuerdo, más o menos dirigiéndonos con rumbo hacia indonesia cuando llegamos, mar adentro, a un faro en una isla ubicada en el quinto infierno marino junto con el personal para hacerle mantenimiento, y casi llegando, el otro piloto con el que iba, me dijo que hiciera una maniobra similar a la de Monchito en su infatigable Mi8t, así que igual, calculando que la gran pendiente no golpeara las palas de nuestro pequeño Bell 206, y sin poder aterrizar por ese mismo motivo, me acerqué apoyando contra el cerro solo la punta delantera de uno de los 2 “Skids” del helicóptero (este modelo no lleva ruedas sino 2 rieles grandes donde descansa la estructura de la pequeña aeronave) y, modestia aparte, lo hacía tan bien que mi compañero se bajó sin mayor reparo a cumplir alguna necesidad fisiológica que lo tenía sudando frío, regresando varios minutos después mientras yo seguía maniobrando con casi todo el helicóptero en el aire a excepción de la punta de ese skid, en cuanto la gente cargaba y descargaba su material. Nada que hacer que fui instruido bien en mi escuela de aviación.
Cabe mencionar que esa isla estaba inundada de aves guaneras, y nuestro piloto supo mimetizarse ecológicamente con ese entorno, somos full ecoambientales.
De todos modos quiero pensar que yo tenía una habilidad extraordinaria como Monchito y no era que el otro piloto tenía unas ganas cojonudas de descargar parte de su humanidad sabe Dios donde y al huevo el mundo y sus circunstancias
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– “Monchito”, ya no podemos seguir metiendo más peso en el helo – decía el gato con cierto apuro
– Mira “gato”, nos dijeron que era importante llevar esto y así lo haremos, y si nos caemos será para que reflexionen y le metan más dinero a la potencia de estos motores – decía Monchito mientras a pesar de sonar despreocupado, oteaba la temperatura de los motores para que no pasara de 990 grados (y ya iban sobre los 940 grados…)
El gato miró de reojo con recelo y siguió apurando a la gente mientras también echaba un ojo al instrumento de temperatura que en ese punto podría representar la diferencia entre cumplir la misión y ser una estadística.
De todos modos, los pilotos asumen riesgos controlados y este era uno de ellos.
Una vez ya con la munición y todo el peso dentro de la aeronave les era imposible despegar sin ganar velocidad y hacerlo hacia adelante no se podía por los obstáculos del mismo cerro, por lo que tenía que ser un despegue hacia atrás y ganando velocidad.
Con una rara maniobra levantó apenas la rueda e hizo girar lentamente la nariz del helicóptero unos 180 grados mientras en simultaneo trataba de ganar velocidad yéndose casi en picada cuesta abajo, así mientras más velocidad, mas iba elevándose y así lo hicieron hasta casi llegar a las faldas de la montaña donde ya con la velocidad suficiente, se elevaron por completo.
La gente que estuvo allí pensaba que era una locura esa maniobra, pero no, estaba perfectamente realizada aunque que de hecho no muchos la habrían podido hacer.
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Una vez que respondí ese comentario en el instagram, pensé darle tregua a mis respuestas de combate hasta la réplica de este desconocido seguidor, así que pacientemente esperé su réplica para ver si rompía la tregua e iniciábamos la verdadera lucha virtual moderna de oraciones con pinceladas de sarcasmo, ironía o bilis, pero que al contrario, al leerla, me sacó de mi escenario artificial en donde ya había creado mi ring de box, para llevarme a otro completamente diferente, la del orgullo paternal y que para que esta historia no tenga sabor a cuento reproduzco tal cual, copio y pego: