La región Ucayali no fue ajena a los hechos de violencia terrorista que azotó al país desde la década de los 80`s, por lo que la Marina de Guerra del Perú reforzó su presencia en dicha región, creando la Fuerza de tarea 100 (FT100), con la misión de pacificar la zona, instalando su base de operaciones principal en la ciudad de Pucallpa, además de diferentes bases de patrulla en diversos poblados de la región
Culminaba la década de los 90`s y en la FT100 se saboreaba la satisfacción de la misión de pacificación cumplida, al haber llegado a la tranquilidad y sosiego tras un largo periodo de tormento. El componente aéreo, aquella unidad que gestionaba todas las aeronaves de la institución en la zona, de acuerdo a las nuevas prioridades del Alto Mando Naval, debía trasladarse a la ciudad de Iquitos para cumplir, infatigables, una nueva misión.
En medio de las preparaciones para marchar junto con todo el personal y material del componente Aéreo, cuando recibimos la orden de efectuar un último vuelo en el área (como superstición y cultura general, en el mundo de la aviación nunca se dice “un último vuelo” sino “un vuelo más”) apoyando a nuestros compañeros del Ejército Peruano, para llevarle un grupo electrógeno a los habitantes del Caserío “Cantagallo [1] “
Una vez recibida esa orden, que nos cambiaba “el chip” del trámite administrativo a ponernos en “modo misión de vuelo” y luego de efectuar el planeamiento considerando los climas cambiantes en la zona, determinamos por prudencia que la hora máxima para despegar sería las 1230 horas, 1 hora antes ya nos encontrábamos listos, esperando la carga.
Siendo como la 01:10 pm (40 minutos después de lo planeado) llegó el famoso Grupo Electrógeno. Así que Luego de un breve análisis, motivados más que nada por la satisfacción de cerrar la participación del Componente Aéreo llevando a unos compatriotas la alegría de contar con luz para las Fiestas Navideñas, decidimos hacer el vuelo, a pesar que el electricista encargado de la instalación no había llegado.
Nuestra llegada a Cantagallo fue más que emocionante, los colonos esperaban ansiosos el grupo electrógeno que unos 5 o 6 meses atrás lo habían enviado a Pucallpa para su mantenimiento… irónicamente, por más que tenían combustible asignado, todo ese tiempo la comunidad carecía de energía eléctrica. Para suerte de nuestros compatriotas, en la tripulación se encontraba como artillero el Tco Felipe Giver, tripulante polifacético, una suerte de Mac Gyver Aeronaval, que entre sus habilidades estaba la de técnico electricista, armamentista, chapero, etc., por lo que luego de bajar la carga, y a pesar del tiempo en el que demoraría instalarles el grupo electrógeno, decidimos retrasar el retorno y asumir la responsabilidad de la instalación (total la General Electric no creíamos que llegara hasta Cantagallo) para asegurar su bienestar en las fiestas navideñas que se avecinaban.
Luego de aproximadamente 25 minutos y con el grupo electrógeno ya instalado, el Comandante de la 3ra Unidad Militar de Asentamiento Rural (UMAR3), se percató que la llave que pondría en funcionamiento el Grupo Electrógeno la tenía el electricista que no habría llegado al vuelo, situación que inevitablemente se tradujo en frustración para los habitantes. Paralelamente, el clima empezaba a complicarse (se aproximaba una fuerte lluvia) y el ¨Curita¨, copiloto experimentado, conocido por su espíritu altruista, con su acostumbrado tono sereno me dice:
Tremenda decisión por tomar, era despegar inmediatamente, desafiando las condiciones meteorológicas, o quedarnos a iluminar una comunidad y dormir en un Caserío fronterizo con un helicóptero que en pocas horas debería partir hacia un nuevo destino (Iquitos), decisión que no fue muy difícil de tomar, luego de considerar una de las tantas enseñanzas que me diera el Comandante Santiago, uno de los mejores instructores del helicóptero Sea King, MI8T y Bell 206:
Sin dudar solicité por radio al Jefe del Componente Aéreo los permisos correspondientes y mientras nos autorizaban a quedarnos se inició la lluvia y casi en simultáneo se logró encender el grupo electrógeno, generando la ansiada luz eléctrica. Realmente fueron indescriptible las expresiones de alegría de los habitantes.
Luego de recibir las innecesarias muestras de agradecimiento y de asegurar la aeronave, nos fuimos a la vivienda que nos habían dado para pasar la noche. Una vez ahi, pudimos comprobar que no la habían usado en mucho tiempo y como tal, no gozaba de luz eléctrica, inconveniente solucionado con unas velas y las linternas de nuestro equipo de supervivencia, corolario más que gracioso de un emocionante día.
Siendo aproximadamente las 07:30 pm, ingresó un soldado con algo de comida y luego de dejarlas sobre la mesa se retiró, diciendo sobria y pausadamente:
¿Cuidado con el Tunche? … la primera y unísona respuesta que tuvo fue
En respuesta se escuchó un tétrico chirrido de la puerta al cerrarse lentamente y un silencio casi sepulcral, como antesala a la inclinación de la flama de la vela en dirección perpendicular a las ventanas, que por cierto, se encontraban cerradas por la lluvia, comenzando a escucharse un silbido… (Sonido característico a la antesala de la aparición del temido Tunche según los lugareños.
Luego de unos minutos de interna y profunda reflexión, acompañado de débiles sonrisas, llegamos a la conclusión de que la flama se inclinaba por el viento, que por alguna razón no se sentía y el silbido era una broma pesada de los soldados, por lo que empezamos a saborear el banquete convidado, mientras conversábamos de lo sucedido en el día, de las expresiones de felicidad de los habitantes del Caserío, del Tunche, del Chullachaqui [3], la Yacumama [4] y la Runamula [5], con la convicción de que no existía demonio alguno que pudiera atemorizar a nuestra experimentada dotación guerrera. Pasados unos minutos de la media noche, luego de que se consumieran las velas, los temas de conversación y las baterías de nuestras linternas, nos retiramos a nuestras habitaciones para tratar de dormir, por supuesto sin temor alguno, después de todo, ¿quién creería que una noche oscura y casi silenciosa (la lluvia y algo más no dejó de sonar levemente casi toda la noche), en medio de un lugar remoto de la mística Selva peruana, podrían aparecer esos demonios tan populares en el oriente peruano?
Luego de un poco más de 5 interminables horas llegó el amanecer, con un hermoso cielo celeste, como preámbulo de un buen retorno. Aproximadamente a las 0845 horas, luego de participar de un solemne izado del Pabellón Nacional, despegamos hacia Pucallpa, dejando atrás una comunidad agradecida con la Institución por devolverles la energía eléctrica como regalo navideño, una vivienda que los pobladores no entendían por qué nos la habían asignado si nadie la usaba por su cercanía al antiguo cementerio y sobre todo al Tunche, que por suerte, luego de una misteriosa noche de profunda reflexión, confirmamos que solo era una leyenda.
Con constancia y tenacidad se obtiene lo que se desea, la palabra imposible no tiene significado. Gral. N. Bonaparte
[2] La leyenda del Tunche cuenta que es un demonio que vaga por la selva, efectuando silbidos para anunciar la muerte de sus víctimas
[3] Chullachaqui o duende de los bosques, demonio de baja estatura, con capucha, que adopta la apariencia de un ser querido, para poder atrapar a su víctima.
[4] Yacumama o madre del agua, es el espíritu protector del río Amazonas, de apariencia parecida a una anaconda de más de 30 m de largo, con una cabeza de 2 m de ancho, que aparece cuando llueve y se alimenta de los pescadores que se aprovechan de los recursos del rio
[5] Runamula es una criatura mitad mujer mitad mula, producto la relación de una mujer con un sacerdote español, que atemoriza a la población con sus rebuznos en noches de luna llena