La modestia de Pancho

Yo acababa de llegar de la selva, en donde si bien había momentos de completa inactividad de vuelos, era una ruleta cada periodo que uno relevaba como tripulación del helicóptero de la marina que estaba apoyando a la lucha contra los terroristas.

Y esa ultima vez nos tocó en un solo día, sembrar a un pelotón de infantes de marina, extraer a otro que había pasado más de 2 semanas patrullando internados en la inclemente selva, lo que nos hizo aterrizar en una zona no preparada, entre unos árboles que, una vez posados, sus ramas se azotaban amenazadoramente contra las palas del helicóptero con riesgo de dañarlas y no poder despegar, y obviamente un helicóptero era un trofeo bastante apetitoso para los terroristas que por allí pululaban, sin embargo era impensable dejar a nuestros hermanos de armas, allí abajo, y debíamos siempre encontrar la forma de aterrizar donde sea y así lo hicimos, los sacamos de allí y como postre del día, luego tuvimos que evacuar a dos Infantes heridos por una granada.

Con esas vivencias, ya en Lima, en parte por la adrenalina de aquello y por mucho de mi arrogancia de joven Marino, me hacía un fantástico guerrero, cual protagonista de película gringa de esas en las que todo sale bien y siempre ganan los buenos, cuando por requiebros del destino un día de esos conocí a Pancho, artífice de que se me borrara esa idea de ser super héroe de la cabeza por siempre, la vida enseña y uno debe enseñar lo que aprende, es ley entre nosotros los hombres de mar.

Tomé mi día libre (no nos daban más días ya que el trabajo sigue) y estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos, es nuestro trabajo y no hay nada extraordinario en ello por mas combatiente que uno se crea, y me fui para la playa porque esa noche si que me iba a relajar después de las ajetreadas semanas en la selva.

Esos fines de semana eran intensos, llenos de diversión y relajo de verano, nos encontrábamos muchos marinos (que raro), en la casa del de turno y de ahí partíamos a algún lugar bullicioso y de no poco movimiento, podría ser una discoteca, un pub, en realidad podría ser cualquier cosa que tuviera música, baile y variedad de líquidos con radical OH, nos adaptamos a lo que venga siempre.

Si normalmente uno suele contar sus hazañas como algo natural, todas tenían cierto ingrediente de orgullo sazonándolas y las relatábamos tan relajados cual escolar que narra sus palomilladas en clase, quizá porque tenemos claro que es parte del trabajo, para eso nos preparan, sin embargo había algún tácito sentido del honor queriendo hacerle saber al resto, que uno estuvo allá, que también puso el hombro, que se las “jugó” en esa ruleta.

Pocos nos preguntábamos porqué lo hacíamos, simplemente ahí estábamos, esa pregunta ni siquiera me la hago hoy, bajo las luces tenues de mi apacible escritorio en el retiro, porque es un acto reflejo, si me llaman, si nos llaman, ahi estamos, está mas allá de uno mismo.

Pero lo particular de contar historias es que entre nosotros, tienen el mayor detalle posible para quedar como un campeón y si no terminan en risas, no sirven, porque tenemos que banalizar el hecho de que en muchas de ellas probablemente podríamos no haber tenido un final feliz, pero hacia afuera, hacia la sociedad nadie contaba nada a menos que algunos de nuestros amigos no marinos, preguntaran algo que hiciera hilvanar estas historias que poco a poco iban fluyendo, de todos modos siempre tratábamos de contar lo menos, no nos parecía gran cosa para contárselas a ellos.

Error, luego me di cuenta que estábamos dándolo todo solo que no nos tocó ese día. como los muchachos ahora.

Como dato, 3 semanas después de haber sido relevado, los terroristas derriban en la selva un helicóptero del Ejército al momento de aterrizar, casi todos los que iban a bordo, murieron

Esa noche, dentro de todo el jaleo, entre risas y bebidas cayó al grupo, Pancho, Marino como la mayoría del grupo pero que no me sonaba haberlo visto y eso que yo ya llevaba varios años ahí.

Un tipo risueño, alto, varios años mayor que yo, de aspecto relajado y entretenido en extremo, al que le noté una forma particular de andar y que me llevó a preguntarle a mi colega el porqué y como así no me lo había cruzado antes.

Una vez me contaron quien era y por lo que había pasado, si sentía cierta inclinación a ufanarme de lo que podía haber hecho, ese sentimiento quedó anulado por completo.

No soy quien para contar su historia yo sin embargo dejaré que él lo haga en sus propias palabras ya que no podía dejar pasar una fecha como la doy que fue significativa en su vida, palabras que a continuación suscribo:

Un 04 de mayo de 1991 en el frente de batalla (Ucayali), durante la “Lucha contrasubversiva en aras de la Pacificación Nacional”. Me alejé de mi familia como soldado de la patria, haciendo cumplir las órdenes expuse mi vida como Infante de Marina sabiendo que mi vida corría riesgo para proteger otras vidas. Me enfrenté en el mismo campo de batalla al enemigo al terror de frente y a la cara; dominé el terror, arriesgué mi vida, derramé mi sangre en defensa de nuestra patria de la insania terrorista. Estoy orgulloso de lo que hice y de lo que soy…… ¡UN INFANTE DE MARINA DEL PERÚ CON HONOR, LEALTAD Y SACRIFICIO! A pesar del tiempo, aún sufro y lloro la pérdida de mis jefes, compañeros y camaradas de armas Caídos en “Acción de Armas” durante la lucha contrasubversiva, pero conservo la firme esperanza que la victoria de las FFAA y PNP en las zonas de emergencia cada día está más cerca. Mi carrera naval fue corta porque se truncó por las graves heridas recibidas en combate, pero satisfecho por el deber cumplido en “Acción de Armas” en aras de la Pacificación Nacional. Gracias Dios Padre Jefe Supremo de los Ejércitos por cuidar siempre de mí, a mi familia e hijos por su amor incondicional, a la Marina de Guerra del Perú por el apoyo permanente para sufragar las decenas de cirugías reconstructivas y miles de horas de terapia física en el extranjero y Hospital Naval, a cada uno de los Jefes, combatientes, camarada de armas, amigos y demás personas que directa e indirectamente me ayudaron y apoyaron, y actualmente siguen apoyándome!

 

! Terrorismo nunca más!!!!!!!!!

 

¡ACCIÓN Y VALOR! ! VIVA LA MARINA DE GUERRA DEL PERÚ! ¡VIVA EL PERÚ!

 

Pancho, no lo supo pero en una aparente banal noche de juerga en una playa del Sur, en la que se ganó la confianza inmediata de todos y en donde no le contó su historia a los que no la sabíamos porque no le parecía gran cosa, me enseñó (como muchas personas que influyen en nosotros pensando que sus sencillos actos que son irrelevantes) que la modestia es una virtud que transforma la intención de pasar desapercibido en una acción que lo resalta mucho más, que siempre hay que rescatar lo bueno dentro de lo malo que le pueda suceder a uno y es lo mejor para superarse a sí mismo, que el hecho de tener una profesión como la nuestra implica un riesgo latente todo el tiempo, que no me debo quejar de lo que me sucede si hay personas que pasan por situaciones más complicadas, y sobre todo que debemos agradecer. como hombres de fe, por seguir estando aquí para contarlo (o si somos modestos como Pancho, para no contarlo)