Marcio siempre fue un tipo algo nervioso, sin embargo eso no le quitaba la valentía de enfrentar sus miedos cuando había que hacerlo, el problema solo radicaba en que esos nervios muchas veces lo traicionaban, como la vez que a continuación describo.
Él por mas curtido que estuviera dentro de la carrera en la marina de Guerra del perú, el nerviosismo fue su status normal, de hecho le recomendaban siempre que se bañara con agua fría que dicen que es un remedio infalible para templar los nervios pero ni aunque se bañara en un mar más frío que el corazón de mi ex, se hubiera arreglado.
Pero lo dicho, nuestro colega sabía enfrentarse a sus miedos.
En esta oportunidad, Marcio junto con unos 50 efectivos de la marina fueron designados para resguardar la seguridad de 3 colegios en tiempos electorales, con la tarea de ver que el proceso se llevara de la manera más tranquila y fluida posible. Esto no habría tenido nada raro si no fuera porque esos colegios quedaban en una “zona roja” (seudónimo geográfico para un lugar de actividad terrorista) y como era bien sabido, los tiempos de elecciones eran preferidos cual picnic para causar zozobra por estos subversivos.
Así que como era de esperarse, ni bien Marcio recibió la orden de movilizarse a esta zona, se puso en modo “nervioso cual mamá de torero”, y poco podía hacerse al respecto.
A lo buen guerrero, sobreponiéndose a sus condiciones humanas, se embarcó feliz de cumplir con la patria y llevar a cabo la misión encomendada
Ni bien llegó este singular grupo de valientes a la zona, el Jefe del destacamento escogió unos de los colegios como base, armó el dispositivo de seguridad junto con unos infantes de marina que estaban asignados para esa tarea y cabe mencionar que la gran mayoría del grupo, por la falta de efectivos militares en esos días, no eran del todo Infantes de Marina o FOES, sino de otras especialidades, como por ejemplo los jefes de ese destacamento que eran de Administración, Guardacostas, Hidrografía, y así como el resto de personal que también era de otras variopintas areas, es decir, en teoría poco dados a las tácticas de combate en tierra firme
Sin embargo lo que faltaba de teoría sobraba de valentía…
Crearon puestos y turnos de guardia, verificaron la logística para esos 3 días allí y Marcio fue nombrado encargado de la Seguridad del destacamento, cargo de alta responsabilidad en esa misión lo que agudizó su condición nerviosa, pero luego, siendo ya entradas las horas de la noche escogieron unas aulas para acudir a los brazos de Morfeo, siempre con las seguridades del caso por cierta información de inteligencia de que podría haber actividad subversiva esa noche, debiendo maximizar las precauciones de seguridad.
Marcio que siempre gustó de su independencia, escogió un aula contigua adonde estaban sus colegas, el jefe del destacamento y su compañero de promoción de alias “Teniente Johan”.
Si bien Marcio tenía muchos días lidiando positivamente con sus inagotables nervios y el estrés de la misión, la aguda oscuridad de la noche, la poca iluminación en el colegio que servía de centro de operaciones, los ruidos de los animales salvajes que abundaban por los exteriores y el recio viento que silbaba entre las rendijas y ventanas de las aulas dándole un halo terrorífico al ambiente, hacían que nuestro valiente Chapulín Camuflado estuviera en esas horas a un paso del Delirium Tremens.
El cansancio, que es un agente somnífero muy efectivo, hizo que los muchachos cayeran subyugados ante Morfeo a los pocos minutos, dado que ya todo iba acorde con lo planeado y activado, sin embargo algo inesperado destruyó la paz de esa noche.
De súbito, un ruido potente como de un golpe seco seguido de la bulla del sonido de vidrios estrellándose contra el piso rompió el silencio, que fue seguido casi al segundo por un grito de guerra que hasta ahora puedo asegurar hace eco en esas paredes:
– ¡NOS ATACAN, TODOS A CUBIERTO, QUE SE PRESENTEN LOS INFANTES DE MARINA PARA APOYO DE FUEGO Y REPELER EL ATAQUE, ZAFARRANCHO GENERAL DE COMBATE, ESTO NO ES UN EJERCICIO! – Gritó Marcio a voz en cuello alertando a todos en el destacamento.
Ante ese llamado al combate, el personal en pleno corrió de inmediato a ayudar a su compañero de armas en la inminente emergencia, un grupo entró armado hasta los dientes al aula, otro se dispuso rodeando el recinto por fuera, y un tercer grupo que tenía a un francotirador comenzó la búsqueda puntual desde un punto elevado de tiro a unos metros de allí y en general todos estuvieron listos para la acción en menos de 1 minuto.
Mientras en esos pocos segundos en los que ellos se desplazaban hacia el aula, Marcio ya había echado abajo el escritorio situado delante de la pizarra que usaría como parapeto y tener un buen ángulo de fuego, poniéndose a cubierto y con su arma Browning 9mm apuntando a la zona de ataque, a pesar de la oscuridad que reinaba en esa ala del colegio a la que solo le llegaba la luz tenue de un poste de alumbrado detrás del muro perimétrico cuyo efecto de reflexión multiplicaba con sombras, la cantidad de figuras amenazantes.
Así lo encontraron los que llegaron a su rescate, y aunque todos estaban en alerta máxima con la adrenalina circulando a presión turbo por las venas, el Teniente Johan, pudo ver algo raro que no era precisamente un delincuente terrorista apostado en el otro extremo del aula, y decidió usar su linterna, descubriendo inmediatamente la fuente y categoría del ataque.
Era un puto murciélago despistado que había chocado con una ventana del aula.
Es ocioso relatar la amplia lista de adjetivos que le llovieron a nuestro “arrojado héroe”, pero como todos estaban demasiado cansados, la tensión de esa acción se disipó muy rápido y el agitado grupo volvió a dormir, pero esta vez se aseguraron de que Marcio no se quedara apartado del grupo de “durmientes” y le hicieron espacio entre los colegas jefes para que no lo traicionaran nuevamente sus nervios, ya puestos a prueba en esa primera bati-incursión “subversiva”.
Pasados unos minutos en que se retomó la tranquilidad de la vigilia nocturna, el grupo cayó en un profundo letargo, sin embargo a Marcio ya le era más difícil conciliar el sueño y se quedó 100% alerta.
Como siempre pasa cuando uno está relajado, con la mente en calma y los ruidos comienzan a ser menos percibidos por la distensión del cuerpo, la ley de Murphy dice que si algo va a pasar, pasa.
El sonido del teléfono celular alteró toda la buena vibra del aula causando una nueva explosión de adrenalina instantánea que hizo saltar a Marcio, ahora mas nervioso que gato de bruja, el mismo que se apresuró a responder para detener ese ruido tan agudo y penetrante del tono de llamada, que era como una vuvuzela de la mejor barra del mundo resonando en sus oídos, y en los del resto obviamente, lo cual alteró aún más el silencio sepulcral del entorno y de sus ya menoscabados nervios.
– Hola mi amor, como estás, aquí estoy, algo cansado pero todo bien – dijo él,
No es novedad que nosotros por mas mal que estemos, daremos la imagen de tener nuestros demonios controlados, y no dar señales de preocupación, debilidad o miedo, no es de marinos preocupar a nuestros seres queridos y Marcio no era la excepción, respondió con aplomo, acaparando la conversación inicial ya que esta llamada servía muy bien como catarsis para desfogar su ansiedad.
– Te extraño como no tienes idea, lo bueno es que pronto ya estaremos juntos bebé preciosa, te voy a dar un apachurrón tan fuerte que no va a correr el aire entre los dos, ya sabes… – volvió a decirle con una sonrisa cómplice dibujada en su faz de hombre enamorado hasta los huesos
Al cabo de unos segundos, y como si fuera coordinado, se oyeron al mismo tiempo dos voces una que salía del otro lado del teléfono y la otra que era del jefe del destacamento:
– ¿disculpa, tú quién eres? – le dijo una suave voz femenina desde el teléfono
– Oye Huevón ¡¿qué haces hablando con mi esposa?! – le dijo el jefe del destacamento.
Pasó que, en su ansiosa situación, Marcio pensaba que era su novia llamándolo y no se dio cuenta que su teléfono estaba sin batería hace horas (y eso que las baterías de los ladrillos-celulares de esos tiempos duraban como 100 días) y había contestado el teléfono del jefe, que tenía un modelo y sonido similar al suyo (la Marina, años ha, facilitó la compra de celulares y casi todos teníamos el mismo modelo).
Luego de aquel impase no le quedó a Marcio más que pedir las excusas del caso y apartarse nuevamente del grupo para tratar de conciliar el sueño dentro del estado de guerra personal que vivía en esas infaustas horas de ansiedad.
Sería maliciosamente incisivo con él agregar a la crónica, la segunda orden de zafarrancho de combate que mandó a las 0430 horas aprox. cuando oyó un ruido en el patio debido a la caída de una botella de vidrio que descuidadamente habían dejado en el marco de una ventana y que cayó por una de las ráfagas de viento.
Si hay algo que rescatar de esta noche fue la prueba irrefutable del estado óptimo de alistamiento del personal naval, listo para cualquier ataque y la capacidad automática de responder cualquier llamada con mucha asertividad y harto feeling propio de un bronceado marinero.