Era un caluroso mediodía del verano del 98 que ya llegaba a su fin, cuando el Comandante del Escuadrón de los helicópteros Sea King requirió mi presencia para realizar la evacuación del Comandante de un buque mercante que era víctima de una afección cardiaca.
Dada la complejidad de la maniobra, que por cierto hacía varios años que no se realizaba, el Comandante decidió que lo realizáramos 2 pilotos con experiencia, por lo que el Cmdte. Otto, 2do Comandante y Jefe de Operaciones del Escuadrón y el suscrito fuimos designados a esta delicada misión.
Llegado el momento, despegamos rumbo al buque mercante, con la orden de posarnos primero en una Fragata Misilera (FFMM) que se encontraba retornando al Callao, a fin de coordinar en corto procedimientos, en caso tuviéramos algún tipo de inconveniente durante la misión.
Cuando ya estábamos aproximándonos para aterrizar en la Fragata navegando, el oficial de control aéreo del buque, con voz no muy firme pero segura, nos dio su reporte:
-Luz verde en cubierta, autorizado su posamiento, balance 5 cabeceo 3, reporte en final, tren abajo y seguro – es decir ese buque, catalogado para posarse solo en condiciones de emergencia por el tamaño de su plataforma y precisión que se requería para la maniobra de posamiento, se estaba moviendo más que una bolita de bingo…. Primera sorpresa que inevitablemente iba sumando al incremento de adrenalina propia de aquella tarde veraniega.
Nuestro nivel de entrenamiento era más que bueno por lo que logramos posar sin novedad pero las sorpresas recién empezaban: el balance y cabeceo, conforme nos alejábamos de costa hacia el Oeste, empezó a sentirse más, al punto que durante el briefing, al notar que el médico y otros oficiales estaban siendo afectados, Otto solicitó permiso para despegar y continuar con el rescate.
Las sorpresas continuaban, al igual que el balance y cabeceo… durante el arranque de la turbina 1 y luego de notar la seriedad en la expresión de Otto, antes de presionar el botón de arranque, sentí una pequeña presión en el estómago que me obligo a bajar violentamente de la aeronave, pero no lo suficientemente rápido como para llegar al baño, por lo que me vi obligado a desentonar el maravilloso paisaje que ofrecía la inmensidad del mar coronado por un sol radiante, al depositar sobre la cubierta de vuelo, lo poco que con prudencia había almorzado, ante la atónita mirada de la dotación del buque – no puedo imaginar qué pensarían al ver a uno de los pilotos liberando el siempre nutritivo “rancho naval” desde sus entrañas…
Luego de las disculpas “express” propias del caso y de aceptar una jarra de agua, que en vez de tomarla la use para refrescarme la cara, el buen Wegner – representante de la autoridad Marítima (DICAPI) – con una mirada temerosa me pregunto:
-¿Chucky, te encuentras bien?, pregunta que cuya respuesta no se hizo esperar:
-Por supuesto, ¿tienes dudas?- respondí con mucha seguridad tomando esto como si fuera un estornudo
Aprovechando los 20 minutos de tranquilidad post evento estomacal, ingresé al helicóptero, arrancamos las 2 turbinas y luego de empezar a sentir la vibración propia del movimiento en aumento de las palas del Sea King, todo volvió a la normalidad, ya estábamos en nuestra zona de confort, por lo que decolamos sin problemas, rumbo a cumplir con la tarea encomendada.
Después de evacuar al Comandante del Mercante, por medio de una canastilla desde la cubierta del buque, nos dirigimos cual rayo, directamente a la Base Aeronaval, para que de ahí sea trasladado por ambulancia al Hospital Naval, dado que por la hora de retorno llegaríamos de noche, la plataforma de helicópteros del hospital no tenía luces y no regresaríamos a la Fragata, ya bastaba de sorpresas por ese día…. al menos eso creíamos.
Casi al ocaso, y próximos a pasar por la Isla San Lorenzo, nos comunicamos con la torre aeronaval para darle nuestra posición e intenciones, recibiendo como respuesta que el Comandante Raúl había comunicado que la plataforma del hospital Naval se encontraba con luces encendidas, y su personal listo para recibirnos.
La sorpresas continuaban… ¡Las luces de la plataforma del Centro Medico Naval estaban encendidas! (Como dudar del Cmdte Raúl, uno de los mejores pilotos instructores del helicóptero MI-8T) por lo que luego de un pequeño análisis, con la experiencia previa de posamientos nocturnos en buques, comunicamos a la Torre del Aeropuerto Internacional que nos dirigíamos directamente al hospital Naval, con un evacuado grave, a fin de que nos autorice el cruce de la pista de aterrizaje del aeropuerto internacional sin demora, dado que por la hora el tráfico habitual siempre es alto
Las sorpresas no habían terminado aún, cuando llegamos al hospital Naval, la plataforma de helicópteros efectivamente estaba “iluminada” pero con la luz de todas las ambulancias y movilidades que se encontraban parqueadas paralelas a la plataforma, ingeniosa maniobra para darnos la mejor visibilidad de la zona de aterrizaje.
Fue la primera vez que un helicóptero Sea King se posó de noche en el Hospital Naval (al menos en la última década), quedando con la satisfacción de haber cumplido en la misión de llegar con el evacuado médicamente estable y la seguridad de que ahí terminaban las sorpresas, al menos por ese día.
¨La columna vertebral de la sorpresa es la velocidad de fusión con el secreto¨ (Clausewitz)