El vértigo y como una siesta salvó vidas (los veteranos de guerra de las fuerzas armadas hemos pasado cada cosa...)

Desde la pista de aterrizaje, allí, en ese aeropuerto algo abandonado, poco conocido, rodeado de un paisaje desértico y mirando al cielo, como si desde allí pudiéramos ver a cientos de kilómetros de distancia, todo parecía que saldría sin contratiempos hasta llegar a nuestro destino, sin embargo, estábamos muy equivocados.

 

Luego de un ligero almuerzo, a eso de las 1300 hrs, partimos en un vuelo que duraría como mínimo unas 4 horas, y sin mayor dilación pusimos en marcha el infatigable helicóptero ruso, que por tener varios días a cuestas debido la misión, iba con varios pasajeros a bordo, casi todos, del personal de mantenimiento sumados a 1 alumno que pronto se casaría e iba a comprar algunas cosas a esa ciudad, y otro piloto, el buen Lucas que, al igual que el suscrito, iba a entrenarse en esta ruta.

 

Si bien teníamos un cielo despejado, una vez que despegamos y a medida que íbamos ascendiendo, se formaba al frente un denso colchón de nubes, que por ser fenómenos naturales siempre llaman la atención y siempre son dignos de fotografiar por sus curiosas formas, “foto pa´l insta” como dirían en estos días.

 

Sin embargo para nosotros, que ibamos con rumbo sur y a la altitud de 5´000 pies, no era tan agradable meternos en esas nubes; para que se ubiquen un poco, en el aire, para navegar uno se “sube” a una “aerovía” que es como autopistas aéreas, las aerovías se ubican en un rumbo X de los 360 grados en que se divide la rosa de maniobras/compás y las aeronaves que van al sur, lo hacen en una altitud impar y los que regresan en una par, asi nunca pueden chocar entre ellos.

 

Casi de inmediato a los 5´000 pies nos metimos entre nubes, y volar así es de lo más incómodo, por lo que subimos al siguiente nivel, 7´000 para librarnos de esos lindos y fotogénicos “pompones blancos de algodón”, a 7´000 fue lo mismo y subimos a 9´000, que es lo máximo a lo que podríamos volar en helicóptero, sin usar mascaras de oxigeno (las que no hay abordo y a partir de 10´000 son obligatorias), y aun así no nos pudimos librar de volar dentro de ese fenómeno natural y nos metimos en nubes..

 

El suscrito, que por suerte puede hoy narrar esta historia, llevó prácticamente todo el vuelo hasta el destino final, que supone varias horas, danzando entre aquellas poéticas nubes, pegado a los instrumentos todo el tiempo, de vez en cuando mirando ese “paisaje” inusual, además de conversar con los amenos colegas que acompañaron esa ruta en la cabina.

 

Una vez cerca y al volar toda la ruta solo siguiendo los instrumentos, decidimos hacer una aproximación instrumental (que es como seguir el “waze” que nos orientará directamente al aeropuerto, siempre y cuando sepamos interpretar lo que nos dice, porque de no ser asi, podriamos terminar de “stickers” en alguna montaña cerca, que de hecho teníamos una por ahí, según el mapa).

 

Nuestro error, fue el intentar la más difícil de las aproximaciones, teniendo el principal instrumento que nos guiaba con una limitación importante, básicamente por una mala compra, eso de la letrita pequeña y del “pero si era obvio y no necesitábamos ponerlo en el contrato” , nos jugó en contra y nos dieron un aparato de navegación obsoleto. whatever, no me desvió del punto.

 

Sin ver más allá de la nariz del helicóptero, aparte del manto blanco que nos envolvió por horas, comenzamos a descender de 9´000 hasta 5´000 pies (unos 1´700 aprox mts) y empecé la aproximación, tal como lo decía el “waze” (obvio lo llamo así para fines didácticos), debiendo hacer un primer giro de casi 90 grados en descenso hasta una altitud X, mientras que el otro piloto hablaba con la torre y es aquí donde comienza nuestro “Houston tenemos un problema”

Ni bien hice el giro, mis sentidos fallaron al 100%, sentí mi cabeza inclinada hacia la derecha, mi cuerpo estaba hacia la derecha, mi brazo me jalaba hacia la derecha, en resumen, lo que me enseñaron en clases, era real y estaba experimentando el llamado “VÉRTIGO”, que a cualquiera le puede pasar, y esa vez me pasó a mí con furia, y como bien enseñan cuando si te sientas así, reconócelo, se lo hice saber a mi compañero de vuelo, el popular “Mike”, que algo descolocado, me dijo muy seguro de si:

-No te preocupes, yo tengo los controles, tu encárgate de hablar con la torre de control-

 

Cosa que de inmediato hice, si bien no debería ser nada del otro mundo cambiar de piloto al mando, sucedió que después de tantas horas comiendo nubes de algodón, la cosa ya subía un poco de intensidad, con la sensación de tener una peligrosa montaña cerca y sin poder ver nada, descendiendo y yo aun “torcido” hacia un lado porque mis sentidos no encontraban una referencia visual como para que mi cerebro procese cual era mi posición real en este mundo, bueno si en tierra no me ubico en este planeta, en el aire y con vértigo ya me dirán….

Mike comenzó a descender a más velocidad que la normal, lo que lo hizo estar mucho más bajo de lo que decía “el waze” y al notarlo, corregía cortando abruptamente la velocidad y con ello parando el descenso, y luego al notar que perdía demasiada velocidad volvía a aumentar con mucho más potencia y descender mucho más rápido y así volviéndonos una montaña rusa…

Todo esto entre las inacabables, caprichosas y perfectas nubes de algodón, con la torre preguntando por nuestra ubicación porque veían nada, ya con los pasajeros algo alterados porque no sabían qué pasaba pero que si sentían esos cambios de velocidad y yo con esas ideas que lo asaltan a uno sin pedir permiso, que consideraban dentro de esa tensión un trágico final contra la montaña que nunca vimos.

 
  • Señor, ¿le sucede algo?, estamos en velocidad 20 nudos y pasamos de descenso a ascenso y ahora descendemos otra vez- le dije a Mike haciéndole notar tácitamente que eso era una condición por demás peligrosa en el punto en el que estábamos

  • Sobrino (es mi sobrenombre de vuelo), estoy yo también en vértigo! – me respondió con una visible preocupación en su semblante –

 

La torre no dejaba de llamar, Mike y Yo luchando contra nuestros sentidos y yo oponiéndome, jalando la palanca de potencia del motor en dirección contraria a la presión que hacía Mike, que también ya había perdido la ubicación exacta de donde estábamos en la aproximación, todo esto girando y perdiendo altura…

 

-“Por la re-puta madre, esto del vértigo se complicó malllllllllll”- pensé sin dejar que mi rostro refleje la angustia,

Voltee a ver al alumno que estaba detrás mirando todo, para ver si podía tomar mi lugar porque ya había yo perdido toda la perspectiva, reconocí que aun estaba muy mal, no me situaba en el espacio, tenía “visión túnel· y Mike estaba cada vez peor del vértigo, poniendo consciente o no, la aeronave en una situación crítica, lo que ameritaba alguien fresco que no estuviera contaminado con ese caos..

  • ¿Estás en condición de reemplazarme?, yo no puedo ser útil hasta que me recupere, solo 1 minuto fuera de la cabina, me nivelo y vuelvo – le pregunté al alumno que con la mirada de miedo me dijo todo, no podía

El técnico de vuelo, que había estado observando, nos dijo:

  • ¿Quieren que despierte al Teniente “Lucas”?-

y al unísono, en una escena que no olvidaré nunca, Mike, el alumno y yo respondimos casi en coro, en tono de barítono, envidia del mismísimo Juan Diego Florez, que debió oírse hasta en la torre de control:

  • SIIIIIII ! –

Lo despertaron, ipso facto, al dormilón, que se apareció con los ojos hinchados, medio chino, sin saber que pasaba pero siempre con ganas de entrar en el jaleo

 
 
 
  • Aquí estoy- nos dijo

  • Siéntate acá, chato – le dije ya desabrochando el cinturón de seguridad rápidamente para que él entrara a poner orden en ese caos.

  • Yo la tengo – dijo sentándose presuroso Lucas a Mike que aliviado soltó los controles.

 

Lucas, fresco y tranquilo, hizo la que debió hacerse y que el caos de la cabina que nos envolvía no nos lo permitió, niveló el helicóptero para dejar de dar vueltas, ganó velocidad, cambió el descenso por ascenso y salimos de allí, rompimos el colchón de nubes y por fin pudimos ver el sol que empezaba a ponerse en el horizonte y despedía unos intensos rayos color anaranjado, una maravilla que habría sido perfecta “foto pa´l insta”

 

Luego de volver sobre nuestros pasos, es decir ubicarnos en el punto desde donde comenzó todo, retomamos nuevamente la aproximación, ahora sí, la más fácil de todas (porque hay varias maneras de aproximarse), nos volvimos a meter entre las nubes pero ya más relajados, y esperando que de un momento a otro se abrieran y nos dejaran ver la pista de aterrizaje, pero no niego que vi en los pasajeros (imagínense ustedes como uno de ellos atentos a cada detalle, mirando por las circulares ventanas laterales) una angustiosa expresión (sobretodo cuando se encendió la luz en el panel que indicaba bajo nivel de combustible, es decir, si no aterrizas en esta, anda practicando caída libre) de:

– “Estos csm se meten de nuevo entre nubes que Dios nos coja confesados” –

La cara de alegría de los pasajeros al ver el aeropuerto apareciendo entre las nubes que se iban disipando ya casi llegando, y la nuestra que reflejaba el fin del agitado vuelo, fue indescriptible.


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