Hablar con ellos, héroes anónimos, me suponía tragar emociones y solo procesar datos para que todo saliera bien, fluyendo sin problemas la plática y hasta ahora no estaba yendo nada mal, ya los jueves de Veteranos se habían vuelto algo esperado, nuestros héroes anónimos tenían ya un espacio para contar experiencias y que pudieran trascender más allá de las charlas de bar, enseñándonos de que están hechos.
“– si me quedo pegado oyendo pierdo la objetividad para hacer preguntas, no puedo ahuevarme –“ me repetía continuamente mientras oía al invitado midiendo sus palabras al contar su fabulosa historia de vida como si caminara por un campo minado en el que cualquier paso en falso podría reventarle en la cara.
Y como él, todos los, ahora veteranos de guerra de las fuerzas armadas, que combatieron en estos años, están contra las cuerdas, silenciados, andando a tientas entre una sociedad que sin notarlo, sin héroes reales, sin valores, sin un Norte, ha ido mirando hacia otro lado porque así la han ido llevando las políticas de turno.
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– En ninguna escuela te enseñan a estar preparado para ver a niños degollados, mujeres embarazadas asesinadas a machetazos y al padre amarrado a una silla, torturado, con una bala en la cabeza y lo más probable, que murió viendo todo aquello. Dime como te preparas para eso – Me decía el héroe con una voz que reflejaba indignación y a su vez impotencia porque no le alcanzó a hacer más por la patria debido al tirano tiempo que para él ya concluyó y ahora solo le tocaba volcar esa experiencia a los que le siguen en la carrera de proteger al país y su gente.
– Tratamos de hacer lo que pudimos con los medios que nos dieron, pero no se podía salvar a todos y cada vez que íbamos a un pueblo, los terroristas entraban al anterior y asesinaban a muchos por colaborar con nosotros, no se pudo hacer más…- decía con la mirada horadada por la desazón y la frustración.
Su historia continuaba y no podíamos dejar de oírla sorprendidos, a cada palabra, él descubría el velo del porqué los valores, filosofía y la educación que la Marina nos inculcó en su seno, hicieron de aquellos hombres, personas comunes y corrientes, unos héroes anónimos dignos de estas y muchas otras letras.
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– Yo era solo un recién graduado Infante de Marina y estaba allí en medio de una lluvia de balas, acababa de ver caer, a causa de un certero balazo de un francotirador, al técnico más experimentado de los comandos, y todos se miraban desconcertados, tan solo habían transcurrido 5 minutos de iniciada la operación – continuó
Mientras él me iba contando que le pasó en esa isla, no podía evitar situarme allí mismo, con ese grupo de valientes superando su miedo, mientras recibían una metralla infinita de plomo sin opción aparente de salir de su parapeto, ilesos.
– En ese momento me enviaron a rescatar a un herido al otro lado de ese pabellón en donde había otro grupo de nosotros tratando de entrar. Así que me fui allí – decía y conforme relataba su historia, los asistentes, comprobaban que la realidad es más cruda que la ficción que estamos acostumbrados a ver en películas, hasta que llegó a una parte en donde la atención del auditorio fue absoluta
– El comandante de ese grupo, recibió un balazo directo en el torso y yo podía escuchar a la distancia, entre sus gritos de dolor -“Chivo, se me va la vida, me estoy muriendo”- con una voz que se iba apagando; entre él nosotros había varios metros de terreno expuesto a las balas y se estaba desangrando, se nos estaba yendo, no podía dejarlo morir- dijo con seguridad como si nuevamente estuviera en la orilla de esa playa viendo la forma de cruzar el amplio terraplén y llegar hasta su compañero de armas herido mortalmente.
Una técnica muy usada en los francotiradores es herir a uno y esperar que lo rescaten para ir asesinándolos, hubo 2 intentos de rescatarlo, uno murió, otro salió herido y el “Cholón” sería el tercero en intentarlo.
El “Cholón” no lo pensó mucho, y junto con el “Chivo”, su colega comando, armándose ambos de valor, en un acto irracional desde el punto de vista de seguridad, en donde lo más probable era que murieran en el intento como el anterior a ellos, se lanzaron al rescate. Esquivando a ese dragón que les escupía fuego desde todos los ángulos, llegaron hasta él, lo cargaron y lograron sacarlo de la zona de muerte. El comandante herido vivió para contarlo.
El dice que no recuerda nada de aquello, lo rescató casi como en un acto reflejo en el que no cabe análisis, cuenta que sus colegas le dijeron que lo hizo de ese modo.
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– Habiendo podido encontrar la forma de escapar de la embajada, no lo hice, entendí que yo era la única opción que tenían los rehenes de salir todos juntos con vida, siendo de algún modo el enlace entre los comandos y nosotros, los de adentro de la embajada; ahora ya tengo un crédito de cuarentena de 5 meses – me dijo con ese fino sentido del humor que siempre le aflora para suavizar la dureza que implica imaginar una situación como la que él vivió como rehén de terroristas y que es difícil traducir en blanco y negro.
El Almirante con su flemático y apacible modo de hablar, nos dice que transmitió cerca de unos 5 mil mensajes y que mucha de la información que usaron los comandos en el rescate, vino desde dentro, donde él y un grupo reducido de oficiales militares a diario se jugaban la vida anotando rutinas, detalles y movimientos de los terroristas para pasarla al exterior, e incluso minutos antes del rescate reubicaron a algunos rehenes en lugares cercanos a las salidas, abriendo puertas para dejar listo el escape, logrando salvarlos, en resumidas cuentas, un error les habría valido una bala en la cabeza, pero él y su grupo no dudaron ni un segundo en jugarse el pellejo por el resto de rehenes.
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– Sabíamos que les quedaba muy pocas horas de oxígeno y no teníamos gente ya, había que volver al submarino hundido al fondo de la rada para apoyar en el rescate, las tablas decían que yo ya no debía volver a entrar, había cumplido mi tiempo bajo el agua, pero igual me puse el traje nuevamente y me metí al agua…- decía un buzo de la Marina, en un verbo simple y tan natural como si ir en contra las rígidas e inflexibles leyes de la física que rigen el buceo fuera cosa de todos los días, sabiendo que con ello él podría sufrir un daño irreparable en su organismo e incluso tener eventualmente un desenlace fatal para su vida
Sin embargo, ninguna ley racional, física o química podría impedir que tenga la valentía y coraje de exponer su propia integridad y vida con tal de salvar a sus compañeros de armas que estaban a poco de morir ahogados, ellos también harían exactamente lo mismo por él.
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“…el oficial de mar, sin dudarlo salió de su parapeto para ayudar a su compañero que se había caído mientras corría para ponerse a cubierto ya que estaba expuesto y siendo objeto de un intenso tiroteo que venía desde los árboles, este valiente oficial de mar, al salir de su zona segura yendo en su auxilio, murió casi de instantáneamente por el balazo de un francotirador…”
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Y las historias siguen y siguen….
– Eso que hizo él, por ejemplo, en EEUU es “MEDAL OF HONOR”- me dijo un compañero que estudió allí y conoce perfectamente la forma de resaltar la figura de sus héroes, cuando hablábamos de una de las tantas historias que fluyen en los jueves nocturnos de Veteranos.
– No cualquiera puede tener esa medalla, solo los que tienen actos de valentía como ese, cuando tu vida sin dudarlo la arriesgas para salvar la de otros y esa medalla te la entrega el presidente mismo y es el máximo reconocimiento que te da el país por tales actos, como dato peculiar, cuando uno de ellos, no interesa el rango, entra en algún lugar portándola, todos se ponen de pie y saludan al frente como muestra de respeto a tan noble espíritu- concluyó, demás está reproducir los diálogos que siguieron, al hacer la odiosa comparación con nuestra realidad
Si bien no vivimos, en un país que lleva las guerras en su ADN como otros, si estamos en uno que luchó por lograr la paz contra el terrorismo por más de 2 décadas y vencimos.
Por ello ya es hora de aprender a reconocer aquella gente que pone el pecho por los suyos, ahora personas comunes y corrientes que al verlas por la calle nunca se diferenciarían del resto pero que llevan ese estigma de heroísmo tatuado en el alma, personas que no dudaron ni dudarían en estar dispuestos a sacrificarse por su prójimo y su gente, las veces que hagan falta.